Por Alejandra Edwards (México).

Al estar cerca de mi amiga que se ha convertido en madre puedo observar el fuerte y amoroso vínculo entre ella y su bebé, la entrega absoluta al cuidado de éste, la ternura en su máxima expresión. También puedo ver su cansancio por no haber dormido ni tres horas seguidas en meses; la rutina repetitiva que no tiene descanso, la soledad, la transformación del cuerpo, la incomodidad física, la opinión de los demás sobre si se es buena madre o no; la comparación, la poca solidaridad de otras madres que parecen competir por ser mamás ejemplares; la angustia, el dolor, el miedo.

Al ser testigo de esto veo que traer hijos(as) al mundo está muy lejos de ser cómo nos lo pintan a las mujeres. No todo es belleza ni satisfacción: la maternidad está socialmente romantizada y no todas las mujeres creemos que la procreación sea nuestro destino y, mucho menos, nuestra obligación.

Estas fotos son parte de la serie Madre (2020) que hice en colaboración con mi amiga J., quien honesta y valientemente compartió conmigo las delicias y los horrores de ser madre primeriza.