Para ganar la tenencia de su primogénito en 2016, la defensa de Carlos presentó 800 fojas de procesos que respaldaban que el niño estaría mejor bajo el cuidado de su padre. 

Carlos Pástor fue padre a los 20. Se alejó sentimentalmente de su pareja y desde los 7 meses hasta los 5 años vivió solo con su hijo, a quien llamaremos Santiago. Cuando cumplió 6 solicitó, vía judicial, la tenencia absoluta. Lo hizo en 2016, un año en el que se hablaba incipientemente de masculinidades y paternidades conscientes. Cuando obtuvo la custodia definitiva de su pequeño, el abogado que llevó el caso le dijo: “Usted es el hombre 130 del Ecuador en ganar el juicio de tenencia, esto no es común”. 

En los planes de Carlos no figuraba la paternidad. En su relato Caminando juntos: reflexiones de un padre antipatriarcal, narra cómo concebía su vida: sin ataduras, familia ni reglas. Amaba leer, beber, enamorarse y desenamorarse. Cuando nació Santiago, nació una nueva versión de sí mismo. 

Carlos tuvo que desaprender. Preocuparse por la alimentación de Santiago, bañarlo, hacerlo dormir, pasearlo, llevarlo a la escuela, “hacer sus rutinas”. Debió paternar en soledad, pues su expareja se ausentó de la crianza y, hoy en día, solo ve a Santiago en ocasiones especiales o festividades. “Yo estudiaba y conseguía trabajos de investigación, daba clases, buscaba oportunidades que me permitan estar la mayor parte del tiempo con él”, comenta.

Carlos rememora que las figuras femeninas en su familia eran matriarcas. Quizá esa mirada le ayudó para asumir la paternidad y las tareas de crianza con todas sus letras. “No te miento, criar ha sido un desafío, mucho aprendizaje, amor, pero es agotador física, emocional y económicamente”. De hecho, le tomó 9 años rehacer su vida sentimental y unirse a la mujer con la que actualmente tiene a su segundo hijo: “Al estar dedicado al cuidado 100% de mi niño y vivir con él, fue  complicado manejar una relación… Para salir con alguien, requieres tiempo y cuidado hacia esa nueva persona”. 

Carlos reconoce que en algún momento del camino intentó, junto a su expareja, criar de forma equitativa, con tiempos de dedicación similares, pero fue muy difícil lograrlo porque no encontró en ella la convicción ni la disposición de trabajar en equipo. 

En Ecuador no existe legalmente el concepto de crianza compartida, en donde papá y mamá se reparten por igual el cuidado de los pequeños. En España sí. En el país ibérico,  ambos progenitores tienen el mismo estatus respecto al cuidado de los menores, quienes deben gozar de igual tiempo de convivencia con madre y madre y, por sobre todo, decidir con quién quieren estar. Lo que prima es el interés superior de los niños y niñas.   

Pese a los retrasos de nuestro país en esta materia, en 2021 la Corte Constitucional declaró la inconstitucionalidad de los numerales 2 y 4 del artículo 106 del Código de la Niñez y Adolescencia, que establecían, de forma taxativa, que la tenencia de menores de 12 años correspondía de manera exclusiva a la madre. Con la nueva disposición el padre tiene el mismo derecho que la mujer y se abre una grieta para seguir avanzando.  

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) señala que, entre 2009 y 2019, la duración de los matrimonios fue de 14-15 años, lo que supone que la gran mayoría de esas parejas tiene hijos menores de edad o en edad adolescente. 

Santiago ahora tiene 14 años, es músico, un joven feliz y responsable, según su padre. Para Carlos, la crianza no ha sido únicamente darle protección y guía, sino soltarlo al mundo para que aprenda de sus aciertos y errores. En medio de todo esto, el desafío más complejo es enseñarle a ser un hombre nuevo desde el concepto de masculinidad antipatriarcal. 

“Es tan importante lavar y cocinar como trabajar y traer un sueldo a casa. Siempre he propiciado que mi hijo lave ropa, que tienda su cama, que lave los baños. Y lo más fundamental: animarlo a que tenga relaciones de pareja sanas, valorando los derechos de la mujer, cuando le llegue la hora”.