Esta es la historia de una mujer ecuatoriana, residente en Chile, que hace un año lidia con el fantasma de un mal que aqueja a 19,3 millones de personas en el mundo. Esta psicóloga ha batallado para encontrar la mejor manera de explicarle a su hijo que la enfermedad y el sufrimiento también son parte de la vida, y ahora quiere escribir relatos que ayuden a otras madres y padres a abordar el tema.   

El último viernes de 2021 fue amargo. Aunque era verano en Santiago de Chile, a Gabriela Sandoval le pareció el peor día de invierno. A horas de finalizar el año, los médicos le confirmaron que el malestar que su esposo sentía hace varias semanas no era un simple dolor de estómago. Pedro tenía cáncer al páncreas, nivel cuatro. 

En enero de 2022 empezó sus sesiones de quimioterapia. El tumor presionaba al duodeno y los doctores decidieron ponerle una prótesis para ayudarlo a digerir mejor los alimentos. “Fue una etapa muy crítica. Pedro se estaba muriendo, no podía comer, todo lo que comía, vomitaba”, recuerda Gabriela con un nudo en la garganta que contiene sus ganas de llorar. 

Al inicio de este proceso fue hospitalizado casi dos semanas, llegó a pesar 51 kilos y le salieron escaras en su cuerpo. Gabriela se sentía devastada. Imaginaba trágicamente su vida en soledad y sentía pánico. Le generaba ansiedad vislumbrar el futuro de Pedro y la crianza de Manuel (5), el hijo de ambos. ¿Con qué fuerzas? -se preguntaba- si ella misma no las tenía.

La enfermedad, el dolor, la muerte son temas tabú que no se hablan en casa, menos con niños o niñas de corta edad. Comúnmente se piensa que los más pequeños no entienden los problemas de los adultos o son seres sin la conciencia y empatía suficientes para hacerle frente al sufrimiento, pero esto no es así. 

Hay corrientes de crianza positiva que apuestan por lo inverso. Hablar con la verdad y claridad, y valorar la psique e inteligencia emocional del niño y la niña son claves para su desarrollo. Desde 1920 ya se abordaban estos conceptos como una forma más democrática de criar y educar a los estudiantes en las aulas de Viena (Austria). Después, la iniciativa se trasladó a Estados Unidos y fue replicada por Rudolf Dreikurs. En los años 80, educadores como Jane Nelsen y Lynn Lott cristalizaron estas ideas en un manual sobre educación para padres titulado Positive Discipline, que tuvo gran acogida. El concepto fue ganando terreno y para el siglo XXI ya es una tendencia al alza. 

¿Cómo una madre debe explicarle a un niño tan pequeño que su padre tiene cáncer?

En casa de herrero, cuchillo de palo. Gabriela es psicóloga y desde la teoría y sus conceptos de crianza respetuosa siempre supo que a los “niños hay que decirles la verdad”. En la práctica hubiese querido evitarle cualquier sufrimiento a Manu, pero el cáncer les tomó por sorpresa. “El monstruo ya entró a nuestra vida y depende de cómo me relacione con él, lo encierro en mi pieza o lo invitó a tomar un café”, reflexiona.

Aunque para muchos adultos sea sinónimo de muerte, Manu no le ha dado una connotación negativa a la palabra cáncer. Él sabe que su padre está enfermo y que la familia está haciendo todo lo posible para cuidarlo y curarlo. Hay momentos de angustia en los que mira caer lágrimas de los ojos de su madre y la consuela. “Todo va a estar bien mamá”, le dice. 

Manu estudia en una escuela católica y cuando los niños elevan oraciones, él pide por su padre, para que se recupere de su pancita. Es innegable que ha tenido altos y bajos, días tristes y felices, pero con el apoyo de su entorno, cada vez acepta mejor su realidad.

Durante los últimos meses, Pedro se ha sentido mejor. Pese al nivel de su cáncer (4), ha estado en muy buenas condiciones. La familia ha aprendido a priorizar decisiones. Por ejemplo, Pedro debe escoger entre vestir a su pequeño o tender la cama. Siempre opta por estar con Manu. 

Para Gabriela, quien ahora quiere escribir relatos para ayudar a madres que estén atravesando situaciones similares, la vida ha tomado otro sentido. Cuando la agobia la incertidumbre recuerda las palabras de su terapeuta: “Parece que ahora están más vivos que nunca”.  

Y así es. Pedro comparte con más conciencia los momentos con Manu y el tiempo en familia pasó a ser un rito. Para explicarle acerca de su enfermedad y cómo esta afecta a sus órganos, le ha estado enseñando sobre el funcionamiento del cuerpo humano con el apoyo de libros. Las discusiones de pareja por banalidades han quedado en el olvido, ahora hay otras prioridades, otras sensaciones y emociones que cuidar.

¿Tú qué harías? No podemos tapar el sol con un dedo. 

Con la publicación de esta historia, Pedro se recupera de una nueva quimioterapia.