A mis padres les dijeron que nací niña. Sin embargo, todos mis recuerdos son los de un niño. Me bautizaron como Geovanna Augusta, pero gracias al proyecto Mi género en mi cédula, del que fui vocero, pude cambiar mi identidad y ahora me llamo Geovanni Augusto. Cumpliré 55 años el 24 de mayo.
En 1990 conocí a una mujer trans, colombiana, cuyo nombre era Carola. El amor fue a primera vista y en 1993 derivó en el nacimiento de nuestra hija: María Belén. Ahora tiene 28 años y estudia comunicación en la Universidad Central. Es estudiosa, trabajadora y el amor de mi vida desde que nació.
Su madre fue una de las mujeres asesinadas en La Mariscal (Quito). Carola trabajaba en labores de peluquería y cocina, y también en uno de los pocos espacios reservados en esa época para las personas trans: el comercio sexual. El crimen marcó mi vida y la de mi hija, quien creció sin mamá. Fueron tiempos difíciles, el término trans no existía, nosotros éramos los raros incluso dentro de la comunidad gay lésbica de ese entonces. Yo trabajaba en lo que podía y era voluntario de FEADEPS, una organización desde la que impulsamos la derogación de la ley que, hasta 1997, penalizó la homosexualidad con 4 a 8 años de cárcel.
Mi embarazo fue complicado porque era raro ver en la Maternidad Isidro Ayora a un hombre que se hiciera chequeos periódicamente. Aunque nadie lo entendía, yo iba ahí todos los meses. Al inicio, un médico me dijo que “mejor” abortara o diera al bebé en adopción. Yo lo ignoré y seguí con mi embarazo. Tenía 26 años y nada me impediría ser papá.
Parí a mi hija un 30 de septiembre en la misma casa de salud. Casualmente, la doctora que asistió el parto fue Marta Ojeda, con quien fuimos compañeras en la primaria. La vida permitió que volviéramos a encontrarnos en ese momento imborrable para los dos.
Con el apoyo de mi familia, y especialmente de mi madre y hermanas, María Belén tuvo una niñez y adolescencia llenas de amor y supo cómo manejar el hecho de tener un padre/madre diferente. Quisieron discriminarla, pero hemos encontrado espacios donde priman la diversidad y el respeto.
He sido activista por los derechos humanos desde hace más de 35 años, y papá desde hace poco menos de 30. No me lo propuse, la vida lo decidió así.
Geovanni Augusto Jaramillo Barros, hombre transmasculino.