Resumen: Una breve reflexión sobre el significado de esta etiqueta y sobre cómo deben entenderse y evolucionar los borregos negros, cafés y blancos del rebaño.    

                                                          Responsable: Jorge Sánchez de Nordenflycht | Fecha: 14-03-2023.                                                                                      Cuaderno: Crianza | Área de Producción: Artística. 

Nadie es profeta en su tierra, y muchas veces, ni en su propia familia. En todas las casas del mundo, o en casi todas, hay corderos que fueron criados de una manera, pero pensaron y actuaron de otra, ganándose la crítica, la indiferencia o el repudio de sus manadas, aún cuando todos los demás animales de la granja los respeten.   

No es que María, José, la abuela, los ñaños, la madrina o los reyes magos hayan querido conscientemente hacer el mal o menospreciar a esa criatura de dios que nació con aletas y escamas en un pesebre, y que no tardó en ser bautizada como la oveja negra del rebaño. Este modismo pastoril encuentra su origen en las extrañas crías que nacen con lana negra y son más difíciles de comercializar, pero con el tiempo pasó a describir a un espécimen humano que encarna a un espíritu y una mente radicalmente distintas de las otras que conforman su manada, su núcleo familiar. 

Psiques, ideas y comportamientos tan divergentes que pueden resultar incomprensibles para sus familiares más cercanos. La incomprensión crea desaprobación, desdén, enjuiciamientos y etiquetados como éste de los animalitos que balan: ¡bee, bee!   

Las ovejas negras cuestionamos las normas, las creencias y las aspiraciones que predominan en el rebaño y su árbol genealógico. En muchos casos, si somos lo suficientemente sabios y conscientes, también podemos deconstruir los valores y conceptos con que nos criaron y provocar un cambio que permita evolucionar al tronco familiar. Si eres oveja negra, o tu crío lo es, esa es su misión: abrir el cerco para inaugurar nuevas rutas, aunque los demás borregos tengan miedo de avanzar y nos apunten con sus pezuñas y nos acusen de locos descarriados, ilusos, rebeldes sin causa o fracasados.  

De nada sirven tus vellones y tus balidos raramente escuchados: más vale contar ovejitas hasta quedarse dormido; predicar con el ejemplo y esperar a que los hechos demuestren que las cosas pueden ser mejores o, al menos, diferentes. Como enseñó Bert Hellinger: “Que nadie te haga dudar, cuida tu ‘rareza’ como la flor más preciada de tu árbol. Eres el sueño realizado de todos tus ancestros». 

Debemos abrazar nuestro rol ovejuno con suma paciencia y humildad. La oveja negra no es la cazadora de lobos ni la pastora que detiene los ríos, sino una simple mortal, ni un rabo superior o inferior a sus pares blancas. Nuestro deber como animales políticos del rebaño también consiste en aprender a escuchar, respetar y valorar los códigos de nuestros amados blancos, por muy molestos que puedan sonarnos sus cencerros.     

Si eres carnero de estirpe blanca, gris o café, y piensas que los códigos y las prácticas que tradicionalmente ha cultivado tu manada siguen siendo las correctas o las más adecuadas, estás en tu legítimo derecho y también encarnas una lana trascendental para producir el progreso. Solo te pedimos que no hagas la cruz al patito feo y sí hagas un esfuerzo por comprenderlo y aceptarlo en toda su riqueza y diversidad.

Recuerda que de todo hay en la viña del señor y que no hay mal que por bien no venga. 

Nadie quiere ser trasquilado. 

Ilustración: cortesía de SONJA WIMMER 

                                                                                                                                                                                  ARTÍCULOS RELACIONADOS